No
suelo pensar en ti, ni en los tiempos que pasábamos juntas. Normalmente no me
paro a recordar las tardes de domingo en tu casa de jardín, escuchando Bob
Marley y fumando porros, ni las noches de viernes hablando por teléfono hasta
las tantas de la mañana. Tampoco suelo acordarme de los sábados encerradas en
tu casa, revolviendo en el vestidor de tu madre y probándonos todo tipo de
disfraces, ni de los veranos en mi casa de California. Ayer, sin embargo, me
acordé de todo esto. También de las risas, el chocolate caliente y los churros
y las vueltas por el centro comercial. Sí, ayer me acordé de ti. Ayer, cuando
me crucé con “El Relojes”, que iba escuchando música con las manos en los
bolsillos, sonreí para mis adentros. Fue como volver a tener quince años,
volver a aquellos tiempos en los que matábamos los ratos muertos persiguiendo
al Relojes por los pasillos del instituto, aquellos tiempos en los que
hablábamos de él el 65% del tiempo aún sin saber nada más que su nombre. Fue
como volver a ser tu amiga, tu mejor amiga.
Sí,
ayer me crucé con el ex novio de mi ex mejor amiga.
Y no me
saludó.
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