lunes, 16 de enero de 2012

Juguemos a conocernos


Te propongo un juego. Salgamos juntos una temporada, hagamos planes, ilusionémonos. Podemos hacer cualquier cosa, Madrid es un mundo de posibilidades. Puede que cojamos el metro y te deje que me guíes sin la ayuda de un plano, sé que tratándose de ti es un plan suicida, pero es que yo siempre fui un poco kamikaze. Puede que te pida que me lleves desde Argüelles hasta Goya, o tal vez quiera ir a Callao desde Campo de las Naciones para echar la tarde en la Fnac entre un montón de libros de psicología. Otro día podríamos ir a Isla Azul para perdernos intentando encontrar mi moto en las inmensidades del parking, o si ese plan no te hace mucha ilusión, podemos ir a pintar nuestra propia taza en ese pequeño taller que nos coge de camino hacia el templo de Debod. También podemos, por qué no, jugar a aquello del “capaz o incapaz” por Bailén. Tú tal vez me retarías a pedirles el teléfono a los skaters de Ópera, y yo, por supuesto, te desafiaría a plantarte frente al Palacio Real y preguntarle con acento francés al primero que pasase si sabe dónde pilla el Palacio Real. ¿Qué, cómo lo ves? ¿Te atreves? Otra cosa que se me ocurre, así sobre la marcha, es ir al Expomanga disfrazados. Yo podría ser un naranjo sin naranjas, y tú mi media naranja hecha zumo. ¿No le ves el sentido a estos disfraces? Tranquilo, yo tampoco. Pero has de admitir que tendría su gracia. Otro día podemos ir al Círculo de Bellas Artes y contemplar todo Madrid desde la azotea del edificio. Desde allí podríamos hacer una foto, pero eso es lo que hace todo el mundo, y nosotros no somos como todos, ¿verdad? Así que simplemente podemos contemplar el paisaje, y luego tú, si se te ocurre, puedes soltar algo ingenioso. Y si no se te ocurre pues no pasa nada, me coges de la mano, tratas en vano de calentármela y estás perdonado. Si no eres demasiado torpe podemos echar una tarde en el Palacio de Hielo y decorar nuestro cuerpo con un par de moratones, que nunca están de más. Mientras patinamos, también podemos perder la llave de nuestro casillero para tener así que volver a casa en calcetines. Alguna tarde tonta de domingo podemos ir al Palacio de los Deportes y animar al Real Madrid sentados entre una marea de hinchas del Estudiantes. Pero sólo si eres un buen corredor; no me gustaría acabar en el hospital. Creo que con todos estos planes tenemos para cosa de dos meses. Tiempo suficiente para ilusionarnos, ¿no? ¿Y luego? ¿Qué pasa luego? Yo te lo digo: luego el juego se acaba. Fin del plazo. Luego, todo depende de ti: puedes ser el séptimo chico que, una vez terminado el juego, sale huyendo. O, por el contrario, puedes ser el primero que se arriesgue a quedarse.

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