El
estridente zumbido del timbre interrumpió la quietud que reinaba, y Liam se
levantó costosamente para abrir. Lorene esperaba en el umbral con una gran
sonrisa y un libro apretado contra el pecho.
-¿Qué
hay, Liam? –saludó con desparpajo. -¡Traigo la solución a todos tus problemas!
Liam observó
con recelo el libro que Lorene había separado de su pecho y ahora le mostraba. “100
postres para chuparse los dedos”. Suspiró.
-Lory,
no creo que un muffin pueda arreglarme la vida.
-No,
claro que no. Pero a falta de una solución, este es un buen sucedáneo, ¿no
crees? –sin esperar una respuesta, agarró a su amigo y lo arrastró hasta la
cocina.
-Ni
siquiera creo que tengamos todos los ingredientes. –protestó Liam.
-No te
preocupes por eso. He traído todo lo necesario para hacer los mejores muffins
de chocolate de la historia. –aseguró ella mientras se descolgaba la mochila y
dejaba su contenido sobre la mesa de la cocina. –Sabía que usarías la excusa de
los ingredientes, así que los traje para que no pudieras librarte.
-Lory,
no me apetece hacer nada. –murmuró él mirando al suelo. Ella se acercó a él y
le obligó a alzar la barbilla y a mirarla a los ojos.
-Ya lo
sé. Sé el infierno que estas pasando y créeme que haría lo que fuera para que
no tuvieras que pasar por esto. Me cambiaría por ti si fuera posible. Pero no
lo es, así que trato de encontrar otras formas de ayudarte. Déjame intentarlo
al menos, por favor.
Tras un
segundo de silencio, Liam sonrió a su amiga.
-Está
bien. ¿Por dónde empezamos?
Un rato
después, Liam abría el horno para que Lorene introdujera la bandeja.
-Bueno,
ya está. Ahora toca esperar. –comentó ella mientras cerraba de nuevo la puerta.
Liam se sentó en una de las sillas, silencioso aunque un poco más animado que
antes. La canción de Nancy Sinatra “"These boots are made for walking" dio paso
a uno de los mayores éxitos de los 70, "Rain drops keep falling on my head". En
cuanto comenzó a sonar, Liam soltó un quejido y comenzó a sollozar muy bajito.
A Lorene le faltó tiempo para arrodillarse frente a él y cogerle la mano,
acariciándosela en una tranquilizadora cadencia. No dijo nada durante un
momento, esperando pacientemente a que él dijera algo.
-Era
una de las canciones favoritas de mi madre. –susurró finalmente él. –La bailaba
conmigo cuando era pequeño, antes de que me convirtiera en un estúpido
adolescente y la tratara horriblemente durante años. Todo es culpa mía.
-Liam,
por favor, no digas tonterías. Lo que le pasó a tu madre fue un accidente. No
fue culpa tuya.
-Si al
menos le hubiera dicho cuanto la quería, Lory. Nunca se lo dije, estaba
demasiado ocupado discutiendo con ella continuamente. Seguro que me odiaba.
-Tú
querías mucho a tu madre; cualquiera podía verlo. Ella lo sabía, Liam. Te
adoraba.
-No,
no, no. –murmuró él, negando con la cabeza mientras perdía el control y
empezaba a llorar a lágrima viva. –ella debería estar aquí. Soy yo el que
debería estar muerto.
-Ay,
Liam. Ven aquí. –ella lo atrajo hacia él y él se dejó guiar a ciegas,
aferrándose a ella como un niño que acaba de tener una horrible pesadilla.
-Contigo
también discuto mucho. Te digo cosas horribles, y te grito. Sabes que nunca lo
digo en serio, ¿verdad? –dijo de pronto. La desesperación que destilaba su voz
asustó a Lorene.
-Claro
que sí. No te… -pero él la interrumpió.
-No me
dejes nunca, Lory. Prométeme que por muchas veces que discutamos, por muchas
cosas hirientes que te diga, nunca me dejarás. –susurró contra su oreja. Ella
se estremeció en silencio y se contuvo para no acercarse aún más a él. Aquel no
era el momento para mostrar sus sentimientos.
-Te lo
prometo. –le aseguró, acariciándole el pelo.
Permanecieron
así un par de segundos más. Los sollozos del muchacho fueron descendiendo y su
respiración se acompasó con la de ella.
Los
primeros acordes de "Breathe" inundaron el ambiente.
-A ella
también le encantaba esta canción. –susurró Liam.
Ella se
separó un poco de él y le miró a los ojos.
-¿Bailas
conmigo? –Liam observó la mano que su amiga le tendía. Una mano que podía guiarlo
a través de los pasos de baile más difíciles, pero que también lo acompañaría
en los momentos más duros de su vida. Y, con una pequeña sonrisa que no aparecía
en su rostro desde hacía ya demasiado tiempo, se la tomó.
SUBLIME.
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